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María
 Magdalena Catalina Dávalos de Bracamontes y Orozco de Trebuesto, La Tercera Condesa de Miravalle, Un personaje de la historia de México que hoy por hoy en los anales de los siglos transcurridos desde su muerte, esta tan lejos y a la vez  tan cerca.  
 

Su historia se desarrolló en distintos puntos de lo que en aquellos días era la Nueva España. Esos sitios tan distantes el uno del otro, así pues Compostela, JungapeoAgostitlan , Tuxpan, San Pedro Lagunillas, La ciudad de México y Tepic, fueron esos escenarios donde transcurrieron los días de su vida 
 

María Magdalena Catalina Dávalos de Bracamontes y Orozco nació en los principios del siglo XVIII, en el verano de 1701 en la ciudad de México. Hija de Don Pedro Alonso Dávalos y de Doña María Francisca Antonia Orozco de Rivadeneira y Orendain, en línea hereditaria al condado de Miravalle, que por entonces poseía su padre.

Aquel 
título fue heredado a María Magdalena Catalina junto a inmensos patrimonios en forma de palacios, haciendas y rentas. María Magdalena Catalina pertenecía pues a la más alta aristocracia, que en la Nueva España de la época formaba una minoría ociosa frente a la plebe que vivía en condiciones precarias, a menudo inhumanas. Esta con jornadas laborales de más de 12 horas y salarios de miseria, veía holgar a la nobleza, ocupada en juegos, paseos, reuniones sociales e intrigas amorosas, salpicadas de veleidades artísticas; un modo de vida que la Condesa encarno a la perfección. 
 

Ninguna de las turbulencias políticas de los reyes en el lejano reino de España ni de los virreyes en la Nueva España, afectaron la vida de María Magdalena Catalina. Quien siempre permaneció en su posición social. 

De ella se dice se lanzó a la vida mundana propia de la alta aristocracia. Sus banquetes y tertulias alcanzaron gran renombre en la ciudad de México, y artistas e intelectuales pugnaban por participar de ellos. 

La consecuencia de esta vertiente cultural y elevada fama en la actividad mundana de la condesa fueron sus amoríos. 
 

Así, ya viuda, la Condesa vivió su madurez sin casi reprimir sus deseos, lo cual dio lugar a intensos rumores. Ciertos, imaginados o tan solo probables, pero siempre envueltos en un halo de misterio y leyenda, la Condesa mantuvo amores o amoríos con hombres de muy distinta clase y condición, ya que trabo relaciones íntimas con nobles, con mayorales, con capataces e incluso con un fraile franciscano. 
 

Así pues, envuelta siempre en un torbellino de comentarios dada su popularidad, la Condesa siempre aspiro a los sitios más altos en la sociedad virreinal, siendo envidiada por las mismas mujeres que fungieron como virreinas. 

Amada y odiada, víctima y victimaria, así fue María Magdalena Catalina, una mujer que dejo una huella imborrable en los lugares que habitó.
 

Fueron esos sus amoríos y sus riquezas los elementos que se conjugaron para después de su muerte, dar pasó a la leyenda. 
 

Fue así como de boca en boca y generación tras generación, la leyenda ha sido contada en Agostitlan, en Angangueo, en Cd Hidalgo, en Irimbo, en Jungapeo, en Zirahuato, en Zitacuaro y en Tuxpan. Pero también en Compostela, Sentispac, y Tepic en Nayarit, así como en Huesca y Mineral del Monte en Hidalgo, y por supuesto en la ciudad de México, donde una de las colonias de la delegación Cuauhtémoc lleva el nombre de Condesa, en honor a María Magdalena Catalina.

 

Josep Zalez Zalez. Autor.

 
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